Hacia fines del siglo XIX pero con mayor intensidad desde comienzos del siglo XX, la sociedad argentina vivió un proceso de transformación acelerado impulsado por la incorporación de la economía argentina en el mercado mundial.

Esa modernización económica, política y social tuvo como principal escenario a la Ciudad de Buenos Aires y  algunas ciudades de provincia. Con la incorporación de una importante masa de inmigrantes europeos se transformó la apacible y bucólica ciudad de Buenos Aires en una  metrópolis cosmopolita, que recibió a estas “multitudes” con actitudes ambivalentes.

Los inmigrantes se expresaron en  huelgas que paralizaron el puerto, los talleres o los medios de transporte y salieron en protesta a las calles revelando, de ese modo, las tensiones existentes entre el capital y el trabajo. A su vez, participaron en mitines políticos, conmemoraciones, sepelios, fiestas de las comunidades y acontecimientos patrios, ocupando el espacio público de áreas geográficas vinculadas a la exclusión social.

Por su parte, el Estado también atendía y ponía en valor áreas de la ciudad construyendo un eje cívico expresado en la línea que une Plaza de Mayo con Plaza Congreso. La Plaza de Mayo siempre había sido el lugar público de expresión y a partir de entonces ambos espacios se conformaron en escenarios diferenciados para la participación. Esta última, condensó  las representaciones de la memoria y las liturgias colectivas constituyéndose en un centro de poder simbólico mientras en la Plaza Congreso se centraron las expectativas relativas al mundo legislativo.

El interior del país y sus principales ciudades también encontraron espacios, donde las masas pudieron ejercer su rol protagónico y encontraron su lugar para la protesta y la conmemoración.

El peronismo puso en el escenario de la posguerra  argentina a las masas movilizadas  en la acción política, esa movilización popular creó el 17 de octubre e impuso una marca de época que se extendería a las décadas posteriores. El contexto internacional, los sucesivos golpes militares y el peronismo proscripto fueron virando cierto carácter festivo hacia tendencias más contestatarias manifestadas en la reacción popular que generó el Cordobazo y que puso en las calles a los jóvenes. Ya no fueron más los inmigrantes los que ocuparon la escena pública sino la juventud  movilizada detrás de nuevas ideas y antiguos liderazgos.

A lo largo de los años, la ocupación de los espacios públicos, de las plazas y de las calles mostraron la complejidad de la sociedad en su conjunto y la diferenciación de los reclamos. Aparecieron los diálogos con los líderes, las aclamaciones populares, los festejos democráticos y también los apoyos a gobiernos de facto, los acontecimientos deportivos y bélicos, las represiones y la muerte, las banderas y las cacerolas;  se sumaron nuevos espacios de expresión popular: la Avda 9 de Julio y el Obelisco Porteño.

A partir de los adelantos técnicos introducidos en el mundo editorial, los medios gráficos fueron incorporando imágenes; para algunas revistas (Caras y Caretas, Noticias Gráficas, Así, Siete Días Ilustrados) la fotografía fue el eje central en la construcción de un imaginario social. A partir de entonces, paulatinamente los diarios se hicieron eco de esta construcción visual introduciendo fotografías que fortalecían la narración de la noticia. 

Los fotógrafos se hicieron cargo de mostrar estos espacios desbordados y fueron quienes buscaron los distintos ángulos y encuadres para mostrar a esas multitudes desde los múltiples y contradictorios prismas a través de los cuales los medios de prensa elegían representarlos. Desde las portadas o desde las páginas interiores de diarios y revistas, las multitudes recortadas por el espacio de una fotografía, fueron cobrando identidad. La lente del fotógrafo nos permite “poner en foco” a la multitud y percibir la cambiante sensibilidad social de sus actores.    

 
Guión e investigación en imágenes
Ana Lía Rey y Cora Gamarnik

Agradecimientos:
Fototeca Argra, Archivo Nacional de la Memoria y Archivo Imágenes y Palabras de Mujeres, IIEGE, Facultad de Filosofía y Letras, y a los fotógrafos Eduardo Longoni y Daniel Rodriguez.