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Presentación de Libros para todos. Colecciones de Eudeba bajo la gestión de Boris Spivacow (1958-1966),
Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 5 de julio de 2012

             

Judith Gociol, Cecilia Arthagnan, Esteban Bitesnik y Jorge Ríos Lozano
Libros para todos. Colecciones de EUDEBA bajo la gestión de Boris Spivacow (1958-1966)
Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2012.
Catálogo

Por Sylvia Saítta
 

Quisiera comenzar esta presentación haciendo referencia a Georges Perec. Porque con Perec fue que terminé de comprender que el inventario de pinturas colgadas en una galería de arte, o el listado de cosas desoladoras, o la enumeración de los objetos que componen el salón de una casa, o la lista de los ingredientes necesarios para preparar una tarta de peras, son uno de los modos de describir y aprehender el universo. Hacer listas encierra, para ese gran hacedor de catálogos que fue Perec, “alegrías inefables” porque en cada enumeración aparece “la marca misma de esta necesidad de nombrar y de reunir sin la cual el mundo (la vida) carecería de referencias para nosotros”.1 Algo de esa “alegría inefable” fue la que tuve cuando me enfrenté a este gran catálogo titulado Libros para todos. Colecciones de Eudeba bajo la gestión de Boris Spivacow (1958-1966), realizado por Judith Gociol, Cecilia Arthagnan, Esteban Bitesnik y Jorge Ríos Lozano.

Se trata del gran catálogo de la cantidad desmesurada de las colecciones que editó Eudeba en sólo ocho años —desde su fundación en 1958 hasta la dictadura de Onganía en 1966—; colecciones que organizaron, a su vez, y de acuerdo a principios clasificatorios de lo más creativos y dispares, un listado también desmesurado de libros, pero también de escritores, ensayistas y científicos argentinos y extranjeros; de prologuistas, ilustradores y dibujantes; de periodistas, historiadores, politólogos, educadores, psicoanalistas.

La impresionante investigación que está detrás de este libro se realizó en el marco de un programa de la Biblioteca Nacional llamado “Proyecto Alejandría” cuyo objetivo es completar su fondo de colecciones editoriales, dentro del cual el proyecto “Biblioteca Spivacow” reunió con no poco esfuerzo los libros editados por la Editorial Universitaria de Buenos Aires entre 1958 y 1966, y por el Centro Editor de América Latina entre 1966 y 1995.

En 2007, la Biblioteca Nacional publicó Más libros para más: Colecciones del Centro Editor de América Latina, un catálogo que detalla las setenta y siete colecciones publicadas por el CEAL, y que suman casi cinco mil títulos. Este catálogo fue coordinado por Judith Gociol, Esteban Bitesnik, José Ríos y Fabiola Etchemaite, y se sumó a las exposiciones Mirala hasta que te guste, dedicada al diseñador gráfico Oscar “Negro” Díaz, figura clave en ambos proyectos editoriales, realizada en 2006; y Tinta sobre papel. Grabados y originales de dibujos de libros, una exhibición de grabados y originales de CEAL y Eudeba, en 2010.

No obstante, el catálogo que hoy se presenta es mucho más que un catálogo, pues cuenta con un excelente estudio de Judith Gociol titulado “De cómo Eudeba se contó a sí misma”, que es la historia de la editorial universitaria bajo la dirección de Boris Spivacow y de los directores que, no siempre felizmente, le siguieron; es, también, una historia de la Universidad de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo veinte contada desde un mirador muy particular, que es el que le da una editorial universitaria; y es, asimismo, una reflexión, aguda e inteligente, sobre los vínculos entre la comunidad científica y la sociedad; entre la universidad y el mundo editorial; entre el saber especializado y los lectores; entre los algunos que escriben y los todos que leen. Gociol transcribe, lee y analiza las actas del directorio de Eudeba a lo largo de cuatro décadas; se detiene en lo que esas actas dicen (qué libros publicar, cuáles son las políticas editoriales a seguir, los cambios de autoridades, los vaivenes en la contabilidad) y en el cómo dicen lo que dicen (el uso de la palabra pueblo, por ejemplo, durante los meses de la gestión de Jauretche; o los libros “retenidos” o en “situación de alerta” durante la última dictadura militar); observa lo que esas actas callan o dicen entrelíneas.

Además de este estudio de Gociol, y además del catálogo de las colecciones, el libro cuenta con más de trescientas reseñas de algunos de los títulos más representativos de cada colección, escritas por críticos literarios, periodistas, lectores contemporáneos a las colecciones, científicos, investigadores, historiadores, profesionales provenientes de todas las ramas de la ciencia y el arte. Una heterogeneidad de perspectivas y relatos que reproduce, de alguna manera, la heterogeneidad tan estimulante del proyecto editorial de Eudeba.

Libros para todos es entonces, y en primer lugar, un aporte ineludible para la formación de una bibliografía nacional; una fuente fundamental para reflexionar sobre la universidad argentina, la industria editorial, la formación de los circuitos de lectura, los modos de distribución de los bienes culturales; y un nuevo punto de partida para pensar años clave de la historia cultural, intelectual, política de Argentina del siglo veinte.

Y en segundo lugar es una invitación a plantearnos, en los inicios del siglo veintiuno, una cantidad de preguntas que, como bien señala Gociol en su estudio, son las mismas desde los tiempos de Spivacow, pero cuyas respuestas tiene que ser hoy, forzosamente, otras: si una editorial universitaria tiene que seguir la lógica académica o la lógica del mercado; si tiene que publicar materiales específicos para alumnos, profesores e investigadores, o para un público más general; si tiene que competir con otras editoriales o debe encontrar otro espacio; con qué parámetros tiene que fijar los precios de los libros. A estas preguntas se suma la que se hace el actual presidente de Eudeba, Gonzalo Álvarez: qué hacemos hoy con el capital simbólico heredado.

Algunas de estas preguntas, sobre todo las que tienen en su centro al perfil de los lectores de una editorial universitaria, son las que José Luis de Diego y yo nos hicimos cuando Eudeba nos convocó, a finales de 2010, para relanzar la colección Serie del Siglo y Medio, bajo el nuevo título Serie de los dos siglos. Sabemos que la responsabilidad es grande. Y sabemos que el escenario editorial y universitario es otro porque, entre otras mil cosas, Eudeba y CEAL son ya parte de nuestra formación como universitarios, como críticos, como investigadores.

Se trata de reanudar entonces, en un marco editorial, universitario y cultural muy diferente, la gran serie dirigida por Horacio Achával, que se presentó en sociedad como “una extraordinaria colección al alcance de todos” que buscaba combinar, precisamente, la edición de clásicos y no tan clásicos de la literatura argentina con una novedosa puesta en circulación de libros destinados a grandes sectores de público que incluyó la venta en quioscos callejeros y en las universidades de todo el país. Aquella colección se inició con La gran Semana de Mayo, de Vicente Fidel López, con una tirada de treinta mil ejemplares, e incluyó libros ya consagrados como Martín Fierro, Recuerdos de provincia o Amalia; autores poco conocidos por el gran público, como Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla o Roberto Mariani; y numerosas antologías donde convivieron selecciones de poesías, obras teatrales y cuentos más tradicionales, con novedosas compilaciones de la caricatura política, el humorismo argentino o los cuentos folklóricos.

No obstante, la Serie de los dos siglos no es una reedición de títulos ni tampoco una continuación; se trata de proponer diferentes recorridos de lectura de dos siglos de literatura argentina en el marco de una política editorial universitaria que busca reanudar algún tipo de diálogo tanto con estudiantes e investigadores universitarios como con lectores que están por fuera del circuito universitario, principalmente docentes y estudiantes de la escuela media.

En este marco, editamos libros que consideramos fundamentales en la historia de la literatura nacional de acuerdo a un criterio amplio de géneros y estilos: en primer lugar, los clásicos que ya forman parte de un canon más o menos oficial —y no es casual, en este sentido, que sus dos primeros títulos fueron Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento (con prólogo de Carlos Altamirano) y Radiografía de la pampa, de Ezequiel Martínez Estrada (con prólogo de Liliana Weinberg); y los “nuevos clásicos” contemporáneos, como Gotán de Juan Gelman (con prólogo de Miguel Dalmaroni) y Ema, la cautiva de César Aira (con prólogo de Sandra Contreras); en segundo lugar, ensayos históricos, políticos o de crítica literaria que, publicados hace años, continúan ofreciendo hipótesis interpretativas para pensar algunos aspectos del presente, como por ejemplo, Realismo y realidad en la narrativa argentina de Juan Carlos Portantiero —inhallable desde hace muchos años en librerías y que fue publicado con prólogo de María Teresa Gramuglio; por último, libros cuya circulación se circunscribe a las aulas universitarias o a los lectores especializados (escritores y poetas como Roberto Raschella, Juan L. Ortiz, Carlos Correas, entre tantos otros).

En 2011 y cada dos meses, Eudeba comenzó a publicar dos libros del catálogo —prologados por críticos literarios, historiadores y profesores universitarios— con la intención de que una lectura conjunta y actual pueda producir otras significaciones. Elegimos libros cuya cercanía está dada o bien por sus continuidades o bien por sus rupturas con respecto a las tradiciones estéticas o ideológicas en las que se inscriben, por sus modos de representación o de pulsar distintas modulaciones de la lengua nacional, por las escrituras y reescrituras, las apropiaciones y los desvíos. Nos preguntamos, entonces, cómo lee el siglo veinte al siglo diecinueve en los pares La cautiva. El matadero de Esteban Echeverría y Ema, la cautiva de César Aira; o Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez y Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira de Roberto J. Payró (que saldrán publicados este año con prólogos de Alejandra Laera y Sergio Pastormerlo); cuáles son los procedimientos del realismo en la narrativa de David Viñas (de quien publicamos Un dios cotidiano con prólogo de Aníbal Jarkovsky)si se leen bajo las hipótesis propuestas por Portantiero en Realismo y realidad en la narrativa argentina; qué líneas de continuidad y ruptura plantean las poéticas de Raúl González Tuñón (del que se publicó La calle del agujero en la media, con prólogo de Martín Prieto) y Juan Gelman, Armando Discépolo y Roberto Raschella; cómo se lee la tradición en El payador de Leopoldo Lugones (con prólogo de Edgardo Dobry) y en Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes (con prólogo de Élida Lois).

Sabemos que la propuesta es ambiciosa y que faltarán en la colección algunos libros ineludibles de la historia de la literatura argentina por razones que nos exceden —y que tenemos que tener en cuenta a la hora de pensar el funcionamiento del mercado editorial—, pues no en todos los casos escritores, agentes literarios o herederos acompañan la labor de una editorial universitaria otorgando las autorizaciones o los permisos de edición, sin recibir por eso cifras imposibles de pagar.

La idea, en suma, es poner a disposición de todos, distintos recorridos de lectura de dos siglos de literatura argentina a través de libros económicos y de ediciones cuidadas, cuyos prólogos exhiben, de alguna manera, algo del conocimiento crítico y especializado que se consolidó en estos últimos treinta años de continuidad institucional en la universidad argentina.


1 Georges Perec, “Las inefables alegrías de la enumeración”, Pensar/clasificar, Barcelona, Gedisa, 1986.


Sylvia Saítta
Texto leído el 5 de julio de 2012 en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires

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Hola a todos y todas

Bueno, aquí estamos, Cecilia Arthagnan y yo, hablándoles en nombre de la Biblioteca Nacional, nerviosas, conmovidas, algo movilizadas por esta indefinible sensación que produce la alegría de haber concretado una nueva publicación y la extrañeza de empezar a cerrar con ella este proyecto que ocupó nuestro tiempo, nuestra cabeza y nuestro interés tan intensamente durante los últimos años.

Si me permiten una salvedad a poco de comenzar, quiero decirles que en este recorrido que llevamos desde 2006 hasta ahora fueron muchos los sectores institucionales que prestaron su colaboración: desde las autoridades, hasta la gente del de departamento de adquisiciones, canje y donaciones, de producción, de diseño, de relaciones públicas, de prensa, de la radio, pero sobre todo dos personas –con las que muchos de ustedes han tratado– y que ahora están abocados a otros proyectos: Esteban Bitesnik y Coco Ríos, que supongo que suscriben a lo que tenemos para decirles

Este encuentro tiene sentidos varios.

El más evidente es la presentación de Libros para todos. Colecciones de EUDEBA bajo la gestión de Boris Spivacowun trabajo que comenzó con la idea de relevar por escrito las colecciones publicadas por la editorial universitaria entre 1958 y 1966 –continuación de ese “catálogo imposible” que fue el del Centro Editor y que tomó la magnitud que tiene gracias a la colaboración desinteresada y entusiasta de los autores de las 300 reseñas que incluye.

La publicación es, hoy, además, el disparador de una de las cuestiones que siempre nos preocupó mucho. No caer en una mirada nostálgica y propensa a que “todo tiempo pasado fue mejor” sino a poner a la experiencia de EUDEBA en debate con el presente, con la universidad actual y con el mercado editorial de hoy.

Y aprovechar este encuentro para pensarlo entre todos.

Por eso lo que les proponemos es que las palabras de Sylvia Saítta, José Luis de Diego (ausente con aviso), Carlos Borches, Lucas Rubinich y Susana Zanetti nos sirvan de puntapié para que a la experiencia que cada uno de ellos tiene como investigadores, docentes universitarios autores, lectores y hacedores de la cultura se sume la de ustedes que también son investigadores, profesores, autores, lectores, estudiantes y hacedores de cultura.

Si me permiten otra digresión: mucho pensamos sobre la filosofía de EUDEBA y de la generación del 58 frente a algunas noticias relacionadas con la universidad como  la decisión de dar clases o no a los represores en la cárcel de Devoto o la jubilación compulsiva de profesores. La mención viene a cuenta porque estamos seguros de que proyectos como el de esa universidad y esa EUDEBA no estaban ligados a la edad de quienes lo protagonizaron sino a su capacidad. Y privar al alumnado y a la sociedad en general, de profesores e investigadores como los que el Rectorado obligó a dejar sus puestos, es –para nosotros- una injusticia contraria al espíritu de las experiencias que estamos rescatando.

Retomado: este proyecto nació con el sentido de reunir documentación, bibliografía y testimonios de las experiencias Eudeba y del Centro Editor y fue creciendo en el camino con muestras, catálogos, donaciones y otras actividades que están descriptas en los folletos que por allí dejamos. Logró esta dimensión con el aporte de cada uno de ustedes. Por eso quisimos dejar constancia por escrito de los nombres –que no los enumero porque son muchísimos– en el díptico que imprimimos para esta ocasión.

Llévenselos.

Es efectivamente gracias a cada uno de ustedes: a los que conocíamos de antes de empezar, a los que conocimos en el camino, a los que tratamos mucho pero recién hoy vemos cara a cara, a los que no estábamos en contacto desde hacía tiempo… Gracias a todos llegamos hasta acá y por eso queríamos brindar todos juntos una vez que terminemos la charla.

Cuando un proyecto –como pasó con éste- se extiende a lo largo del  tiempo, crece el cariño y el respeto por la gente con la que uno va intercambiando. Con algunos empezamos y no pudimos llegar hasta el final. Nos da dolor y rabia que –por ejemplo– hoy no estén acá con nosotros ni Aníbal Ford, ni Mirian Jacovkis, ni Alberto Bernades que falleció hace un par de días y fue un valioso donante de material del CEAL, ni Daniel Azpiazu.

Hasta que la enfermedad lo venció, Azpiazu, brillante economista y buenísima persona, compartió con nosotros imprescindibles correos electrónicos, plagados de información, precisiones, generosidad y humor. Es por ello que le dedicamos a Daniel la publicación de este catálogo y que nos gustaría que Martìn Schorr y Raúl Azpiazu recibieran públicamente un ejemplar en su nombre. 

Y por último, como decíamos que este no es un final sino el comienzo de un final  –si vale el oxímoron– queríamos contarles un par de cosas más:

- Que seguimos buscando los ejemplares que nos faltan para completar las colecciones.

- Que por un convenio con la Cátedra de Historia de los Medios de Mirta Varela de la carrera de Comunicación de la UBA  se están digitalizando algunas colecciones del Centro editor.

-Y que la Biblioteca Nacional y Eudeba publicarán para la Feria del libro del próximo año la reedición del Fausto, en la versión ilustrada por el genial Oski, de cuya edición original se cumplirán 50 años.

Así cerramos entonces este círculo virtuoso.

Gracias a cada uno de ustedes, de verdad

Texto leído por Judith Gociol y Cecilia Arthagnan en la presentación de Libros para todos, Colecciones de Eudeba.
Biblioteca Nacional, 5 de julio de 2012.

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